viernes, 12 de octubre de 2007

2005 Pepe Criado WILSON EL PAYADOR: UN POETA ARGENTINO HECHO DE VERSOS, INOCENCIA Y MILONGA







Su nombre es Wilson Saliwonczyk y tiene 29 años. Desde niño ya improvisaba versos de forma intuitiva, pero cuando vio en la televisión de su ciudad argentina, 19 de Julio, cerca de Buenos Aires, a unos payadores improvisar versos a ritmo de milonga quedó tan impresionado que supo que el verso sería su vida.

Entonces aprendió la técnica de la poesía oral de la Pampa y a tocar la guitarra para acompañarse. Cuando Wilson subió la primera vez a un escenario para dar la cara en sus versos, no le temblaron las piernas y su voz sonó precisa, con la propiedad de su sabiduría interior.

Este joven argentino ya vive por completo de ofrecer sus canciones y sus payadas por la Argentina y Uruguay, además de actuar cada vez más en otros países. Esto a pesar de que los payadores argentinos no cuentan con ningún apoyo institucional, ni escuelas de improvisación, ni actuaciones culturales específicas ni protagonismo en los medios de difusión nacionales.

Pero Wilson dice que los payadores sí cuentan con apoyo popular, con la gente, porque en Argentina los poetas del pueblo todavía cantan los problemas del pueblo, como las injusticias de los gobiernos, las dictaduras de las multinacionales y las religiones y el sufrimiento de las personas que para cada día sólo tienen asegurada la voluntad de vivir.

Los trovadores de Almería se han acomodado al desarrollo del plástico agrícola y sus versos apenas son un producto envasado más en los estantes del consumo. Los repentistas cubanos disfrutan del brillo que les da el hecho de vivir a la placentera sombra del régimen. Y, por el contrario, los payadores argentinos aún están vivos y recorren sin parar la inmensa Pampa cantando el hambre de quien tiene hambre, sedientos por la sed de justicia del pueblo llano y sufriendo por el sufrimiento de los humildes, de quienes tienen problemas con la droga, de quienes no tienen trabajo y de quienes soportan las explotaciones convencionales y aceptadas del trabajo como esclavitud y del yugo social como opresión.

Wilson versifica sobre esta base, se siente más humano que brillante malabarista de la palabra, y transmuta sus experiencias y las características de vida de sus paisanos en octosílabas décimas espinelas que canta con su guitarra a ritmo de milonga.

Los payadores argentinos no caen bien a los curas porque no juegan a la hipocresía, ni caen bien a los gobernantes porque exigen justicia y libertad, ni tampoco caen bien a los comerciantes porque tienen su corazón prendido de inocencia y no lo quieren regar con la desesperación del dinero.

WILSON EN ESPAÑA

Durante el pasado mes de agosto Wilson ha realizado su primera visita a España. Llegó a Villanueva de Tapia (Málaga), al V Festival Internacional de Cante de Poetas, para participar en este evento que, poco a poco, se ha convertido en una referencia obligada a nivel mundial sobre la improvisación poética.

Después participó en el IV Certamen Trovero “Minas de Sierra Almagrera” que organiza cada año el Ayuntamiento de Cuevas de Almanzora. Allí Wilson tuvo la oportunidad de improvisar con troveros de Murcia, trovadores de Almería y el grupo cubano pimient@.cu, liderado por Alexis Díaz Pimienta.


WILSON EL PAYADOR EN DALÍAS

Pero tal vez la actuación más importante y sentida de Wilson El Payador fue en el Casino de Dalías justo el día antes de volver a Argentina. Al contrario que en las demás actuaciones en que participó, donde era un improvisador más entre tantos, Wilson Saliwonczyk estuvo solo en el escenario y tuvo la posibilidad de mostrar toda su rica experiencia poética personal y también de mostrar cómo son, qué cantan y cómo, en general, los payadores argentinos.

Wilson cantó sus propias canciones, alguna que otra canción popular y también improvisó acompañándose de su guitarra. En el escenario de la terraza del Casino de Dalías Wilson exhibió una técnica poética depurada, casi perfecta, y una voluntad temática no sólo dedicada a pasar el rato sino, lo que es mejor, para decir, y para repetir, que la persona, toda persona de todo sitio, necesita sentirse atendida, libre e inocente.


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