Hay días en que uno se siente un poco bajo, como si nada tuviese encanto y pareciera que el mundo se desplomara en un instante. Son momentos crueles, de enfado interior, como de una especie del auto-castigo que tanto nos ha predicado la iglesia católica.
Pero todos sabemos que, como las prédicas interesadas, esos momentos son puro engaño, absoluta mentira. Y, así, la vida nos empuja a la pasión, nos atrae en unos y otros y nos determina a cantar con espíritu de alas y manos abiertas.
De esta manera, Juan Balbín, alado, abre sus manos y reparte vitalidad como olorosos pétalos que vigilan nuestras naturales ansias de crecer en nosotros mismos y de crecer en la comprensión que nos ofrecen los demás.
Pero para poder apreciar el calor de sus manos abiertas, también es imprescindible tener abiertas las ideas para que los pensamientos capten esa dulzura tan volátil que envuelve a la libertad.
Todo esto está en Juan Balbín. Y, cómo no, en sus libros, en este, en los ya publicados y en los tantos que vendrán, pues inherente es a la libertad la vitalidad.
Juan es un caminante que calza sandalias de paz y que recorre este mundo cargado con una mochila de luz. No es difícil captar su esencia, sólo tenemos que comprender sus símbolos, sus ritos, para entender las señales que nos esperan en sus palabras y detrás de sus palabras.
No hay misterio, no hay mensajes ambiguos. La claridad, aquí está revelada en sencillez. Los versos cabalgan del imaginario colectivo al yo interior, de los deseos a la aceptación, desde los límites a una libertad que enamora.
Porque Juan labra fronteras y las hace terreno fértil para que florezcan, en la armonía del pétalo y el silencio, distintas culturas, distintas concepciones de la vida, distintas sociedades.
No es necesario pensar que este es un libro de versos, ni siquiera si son los mejores. Pero sí es conveniente al deleite la esencia que desprenden estas páginas.
Como la luz de la luna llena: Hay que tener voluntad de baño para saberla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario