viernes, 12 de octubre de 2007

2004 Pepe Criado/Enrique Durán PACO LÓPEZ, UNA MIRADA A LA VIDA


















En: LÓPEZ ARCHILLA, Francisco.: EL SENDERO DE LOS NO ELEGIDOS.
Ayuntamiento de Vícar (Almería), 2004.






Conozco a Paco López desde que tenía el restaurante Lindaraja. Entonces me llamó mucho la atención aquel afán suyo por escribir versos en la pizarra que usualmente se utiliza en los bares para anunciar las tapas, bocadillos o comidas.

Escribí alguna de aquellas coplas para mi archivo y también publiqué alguna en uno de mis libros.

Me pareció muy interesante que él, un hombre formado en la cultura oral, mantuviera esa voluntad por lo escrito. Sin saberlo, estaba siendo fiel a los designios de la época que le ha tocado vivir y que le exige, como creador, un trasvase desde la oralidad a la cultura escrita.

Más tarde tuve la oportunidad de preparar para la edición su primer libro, titulado VERDADES VERSIFICADAS, que publicó el Ayuntamiento de Vícar. Ese trabajo me permitió conocer más profundamente al Paco persona y al Paco creador.

Ahora, que tenemos el segundo libro de Paco, que ha titulado EL SENDERO DE LOS NO ELEGIDOS, podemos reconocer ya su particular forma de expresión y cómo, camino de ser un escritor experimentado, profundiza con naturalidad en los temas que vitalmente le mueven.

Somos espectadores de su vida y de su obra. Entremos, pues, a través de estas páginas, a la conciencia despierta de Paco López.


INFANCIA

“La opción que yo tenía de mirar la tierra cuando yo era niño era extremadamente pobre, porque como no había visto otra cosa más estaba vedao para mí lo que, por ejemplo, veo hoy.

Ya tenía un movimiento dentro de mí que no lo veía normal, pero no le daba la importancia que le doy hoy.

Había una diferencia en las cosas. Cuando íbamos a una misa a Albondón, cuando íbamos a la escuela, la diferencia que había de vestise de unos niños a otros…

También veía lo menos tolerantes que eran, me llamaba la atención. Ser veía que no eran lo mismo que los más pobres.

En la iglesia se veía porque los que íbamos de los cortijos, los más pobres no teníamos donde sentarnos y los ricos tenían sus buenos reclinatorios. Tenían sus sillas señalás y si estaba sentao en un sitio que no te correspondía te levantaban y tenías que ite.

A mí no me gustaba eso. La gente que íbamos de los cortijos andando, que llevábamos una hora u hora y media y tenías que estar en la misa de pie. Y luego te llamaban cortijero y encima estabas señalao.

Si tu padre había estao en la guerra con los rojos o con los otros pos había diferencia, se notaba. No te miraban bien. Decían “Ese es hijo de fulano”, aunque fulano no hubiera hecho na porque a lo mejor había ío a la guerra a la fuerza.

Eso no se llegaba a comprender profundamente. Entonces no te dabas cuenta, pero yo sí lo notaba ya raro. Yo notaba raro que a lo mejor iba con mi madre a Albondón a una misa y mi madre no se podía sentar en una silla de aquellas que se sentaba otra mujer.

Cuando íbamos al pueblo, íbamos a la iglesia si se terciaba. Y a la tienda y al molino, que íbamos a Albuñol. Íbamos a algún mercao a Murtas, a Albuñol, a los sitios más cerca del cortijo don yo me he criao.

Yo siempre tenía dolor, primero porque me llamaban cortijero y luego por to esas cosas que veía”.


LA ESCUELA

“Era una manía lo de despreciar a los cortijeros porque cuando empiezas a date cuenta de lo que es, ve que no hay un cúmulo de saber dentro de ningún pueblerino.

Siempre tenían algún privilegio más porque los colegios estaban más asistíos que los colegios de los cortijos, porque en los cortijos encima de que había pocos colegios y que estaban lejos pues el maestro de su capa hacía un sayo.

Y luego ibas cuando podías. Yo tengo que decir que con diez años ya no fui más a la escuela. Muchas veces faltaba el maestro y muchas veces no iba uno porque nos dedicábamos a buscar níos y a pillar ranas.

Mis padres se preocupaban de que yo fuera pero comer es antes que estudiar. Y mi padre tenía que estar en la obra y no llegaba lo que ganaba pa salir palante. Entonces yo tenía que guardar la cabra o mancajar o hacer lo que fuera”.


DIVERSIONES

“Las diversiones estaban vedás. Yo tengo que decir que fui con diecisiete años la primera vez a La Rábita a la fiesta de la Virgen de la Mar y a San Luis, que era la fiesta de mi pueblo, me parece que fui una vez o dos.

No había dinero pa comprase unos zapatos y a mí me gustaba ir como los demás, en condiciones. No se podía, no era to el monte orégano.

En los cortijos algunas veces había bailes, nosotros nos hacíamos nuestra propia música. Se tocaban pasodobles, rumbas, chotis y to esas cosas. Y el robao, que había algunas veces que te bailabas a alguna muchacha.

Los bailes se hacían cuando se le ocurría a unos cuantos mozos o alguno que tenía novia que le llevaba un baile a la novia. Sobre to en las navidades, en los carnavales y en to esas épocas.

Se buscaba alguna casa que fuera grande y se iba y se pedía al dueño; otras veces se hacían en las eras, depende. No había otra diversión.

Luego estaban también los velatorios. Era que alguna mujer o algún hombre echaba una manda de velar un santo durante una noche. A veces era con baile y a veces sin baile.

Si era sin baile pos se hacían una serie de juguescas, el anillico, las prendas… Eran cosas que venían de la tradición.

Cuando había baile ponían el santo en un rincón de la casa, le ponían unos cuantos candiles con aceite y ya está. Los músicos eran los de la tierra.

Aquello de los bailes estaba dividío en dos zonas. Desde la Rambla Alcaicería pa la parte de Albondón, que esto es término de Murtas, ahí no se bailaban ni rumbas ni pasodobles ni na. Ahí se bailaba el rajao. El rajao es la música tradicional que también se llama robao, el corrillo y el morato. Recibe varios nombres.

Pa la otra parte, pal lado de Albondón, se bailaban las dos cosas. La Rambla Alcaicería empieza justamente en la Venta del Chaleco y va a salir hasta Albuñol. De esa rambla pa la parte del lao de Albondón, ahí se bailaban las piezas y el rajao. Pa la otra parte no; en El Collao y to eso no se bailaba na más que el rajao.

También en la parte esta del lao de Albondón se hacía una música que le decían de las ánimas, le cantaban a la ánimas y luego cortaban en un momento dao y empezaban con el rajao. Hacían un cambio casi brusco, pero bastante agradoso.

Algunas veces se hacían algún trovo. Pero siempre era de gente que venía del Collao, de Los Merinos, de Los Cabreras… de aquella parte. Surgían cuando había dos hombres que trovaban y era oportuno. No se anunciaba. Si te enterabas de que había un baile de rajao normalmente siempre surgía algo de trovo y siempre se comentaba si venía fulano o venía mengano.

To esto lo vi yo desde chiquillo porque resulta que al lao de mi cortijo había un vecino que tenía varias mocicas y venían a echarle la parranda. Pero mi padre como estaba siempre en la albañilería… que lo conocían to los músicos y to la gente pues también le echaban la parranda a mi padre.

Y para mí una nochebuena, que era cuando se echaban las parrandas, sentir una música desas era agradoso. Es mu bonico en el silencio de la noche romper el silencio con un canto en un sitio qu no se oye nada, estrictamente la música y un hombre cantando”.


TRABAJO

“El trabajo era muy duro. No tenía horario estipulao. Si había que ir un poco lejos tenías que madrugar bastante y si ibas a trabajar con alguno era de sol a sol y echabas un cigarrillo o dos y la comida, pero ligero y casi como a destajo siempre.

Se cobraba poco. Tenías que apegarle al sueldo algo más. Era suerte tener algún oficio, siempre se cobraba algo más.

Yo he estao yendo desde mi cortijo a un cortijo que se llama Las Marías que hay justamente hora y media de camino, andando ligero. Y me tenío que ir por la mañana, llegar a la hora del trabajo, al salir el sol estar allí, echar la jornada, venirme a mi casa andanod también y a otro día igual. Y he estao un mes entero sin parar ni domingos ni lunes ni martes ni nada. Que resulta pesao.

Mi padre se dedicaba siempre a la obra. Los otros hombres iban a coger almendras, a segar o a espedregar una finca, a hacer balates, a poner almendros… en fin, de todo.

La gente más poderosa siempre tenían buenas cuadrillas, elegidos eso sí. Los que tenían menos capacidad de rendimiento esos ni los llamaban siquiera. Se elegían los más largos pal trabajo, los que rendían más. Y los que más se callaban, porque los que se ponían agrestes y querían las cosas por su sitio, no que querían aprovecharse de nada, esos no. Tenían que ser sumisos totalmente a lo que disponían los ricos.

Tengo que decir en este caso que yo incluso con mi padre me tenío que enfrentar porque mi padre era demasiao tolerante. Una vez fui con mi padre a trabajar a un cortijo y resulta de que ya funcionaban los camiones. Entonces había que ir a la rambla de Albuñol a por la arena, pero había que ir por la noche porque de día no dejaban coger arena. Había que traerla clandestina, digamos robada.

Íbamos con un camión, un hijo de donde estábamos haciendo la obra y yo. Nos fuimos cuando dimos la jornada, después de terminar de trabajar por la tarde. Nos fuimos a la rambla de Albuñol, cargamos el camión, nos vinimos al cortijo, descargamos, que el camión no tenía basculante hubo que descargarlo con un azaón de pala y cuando terminamos era la hora de empezar, ya de día.

Empezamos a trabajar, yo seguí trabajando. Y entonces cuando llega la hora de cobrar me dice mi padre que qué le vamos a cobrar a aquel señor por ir yo a por la arena. Y le digo:

- El ir yo a cargar la arena, ese trabajo es pa mí.

Porque el otro lo cobraba mi padre pa mi casa, como era lógico. Pero digo:

- Ese es pa mí, pa comprame yo algo.

- ¿Y qué le vamos a cobrar?

- Le vas a cobrar lo que tú cobres, pero dos días; porque por ahí la noche la cobran doble y yo quiero cobrar dos jornales.

Mi padre no quería decíselo, le daba miedo decilo.

- ¡Hombre! ¡Que este hombre me llama a mí pa to los trabajos! Que tú sabes que yo to las obras se las hago a él. Y ahora tú sabes como es, me va a poner verde.

- Tú no se lo pidas, yo se lo pediré.

Pos cuando se lo pedí dice:

- ¿Te vas a atrever a pedirme dos jornales por cagar el camión de arena?

- ¿Y es que usted lo ve mucho?

- Lo veo excesivo.

- ¡Pos sabe usté lo que tenía que haber hecho, haber ío usté y habelo cargao y así no tenía que pagar nada!

- Pues que sepas que conmigo no vas a trabajar más.

- ¡Que lo sepa!

A mí me pagó mis dos jornales y ya está. No era ningún abuso ni ninguna cuestión. Era lo normal.

Ese era el tejemaneje que había en esa época. Había mu poquillos que tenían el dominio, mu pocos. To el mundo allí tenía un trocillo pero tan pequeño y tan poca potestad que tenían que subyugase a los otros.

Algunos eran medio medio porque a los que llamaban pa trabajar les daban la comida y los jartaban de comer porque no les pagaban y los tenían trabajando.

Fíjate una persona que está to el día cogiendo almendras y por la noche tiene que escascarar las almendras que ha cogío por el día y mientras que no terminaba de escascarar no le daban la cena. Algunos daban bien de cenar, pero otros daban una porquería.

Yo estuve en otro sitio trabajando también con mi padre y tuve que decile a mi padre:

- ¡O llamas la atención o no vengo más!

¡Treinta días o treinta y cinco trabajando y peor que los perros! Te daban malamente de comer. Te ponían to los días lo mismo, poco y malo.

Por la mañana patatas fritas, a las once. Luego a las dos de la tarde las migas, ¡el aceite lo habían visto por donde yo sé! Y luego por la noche puchero.

Las migas llevaban un pedazo de tocino rancio o un pimiento seco frito, una ensalá con tomate y un gazpacho. El puchero era un cositorio; he visto a mi madre echale a los marranos, así como suena, he histo echale mejor comida que la que yo me comí en aquella casa.

Sin embargo en otros sitios de comer te daban bien. Trabajar había que trabajar pero por lo menos la comida era buena. ¡Que ya era bastante, que no había tanta abundancia!

De los cortijos se iba mucha gente a trabajar fuera. Yo cumplí los quince años trabajando en Almería, en la Caseta Madera.

La verdad es que tenía ganas de salir de allí. Estuve en Barcelona. Otra gente se iba pa la siega, se fueron pa Andorra, se iban pa Alemania, en fin pa tos laos… A Badalona, A Martorell, a San Andrés de la Barca… A Francia se iba la gente a la vendimia.

A Almería la gente empezó a ir cuando empezó lo de los arenaos. Empezaron con setos de cañas”.



DIVISIÓN SOCIAL

“Había dos tipos de gente señalaos por ellos mismo, por los ricos: Los que habían estao en un bando y los que habían estao en otro, en cuanto a la guerra se refiere.

Si eras de la clase que había estao con los rojos, aunque no tuvieras ninguna culpa de nada, pos no tenías derecho a nada, ni siquera a un préstamo que te hiciera falta pa comprate algo, pa alguna subvención que daban o pa algo. Estabas totalmente vedao. Lo sé de buena tinta porque mi padre lo intentó.

Yo con la edad que tenía, si hubiera querío irme a la Guardia Civil no hubiera podío, porque a mi padre lo llevaron por cojones a la guerra, porque él no se hubiera ío. Tenías que ser sumiso, porque los pobre hacían pocas obras.

Y la iglesia lo mismo. Tampoco era lo mismo casase un pobretico de un cortijo que otro con otra clase de potestad. Al rico le ponían flores en la iglesia, y al otro na”.


LA PASIÓN DE ESCRIBIR

“Escribir es como to las cosas, es una golosina. Una golosina que cuando empiezas y empiezas a leer otros libros y empiezas a date cuenta y tienes metío en la mente to esta serie de cosas y empiezas a ver los rodeos y las vueltas y la misma gente de tu calaña la ves como extasiada, entonces es cuando te da por escribir.

Empiezas a date cuenta del daño que tienes impregnao por esta paralización que tuvo la nación con la dictadura. Porque es muy triste y muy doloroso que la gente no se dé cuenta que no sabe.

Es muy doloroso sabelo pero el que llega a sabelo quisiera hacer algo. Y por eso escribo.

Lo más penoso es gente que sin tener nada se las mama toas de canto y encima aplaude al que le está haciendo el daño. O le besa las plantas los pies. Por eso escribo”.


EL SENDERO DE LOS NO ELEGIDOS

El libro está dividido en cuatro capítulos. Son lo suficientemente extensos como para desarrollar con precisión el tema, pero, a la vez, ágiles a la lectura pues el autor no divaga en el desarrollo del tema.

Veamos como describe Paco López cada una de las partes:

“JUANILLO fue una cosa mitad real mitad no real. La primer vez que fui yo a Barcelona encontré algo parecío a lo que dice Ruanillo. Cosas que vi y cosas que yo le puesto. Estuve en un pequeño barrio de gente que se iba de aquí, que fue haciéndose casas y fue creciendo aquello.

LAS DOS MANERAS es de algo de lo que se hablaba en las veladas estando en el cortijo, de la gente que iban a la siega y captó algo de los cortijos donde iban a segar. Iban a la campiña de Sevilla y allí creo que había algo parecío a lo que hay escrito. Lo contaron así a su manera y yo me quedé con algunas cosas de tantas que contaron.

BALDOMERO es una historia real. La historia vista, y lo que no he visto me lo han contao, pero fue realmente como está escrito.

LOS HOMBRES LLAMADOS MAQUIS es algo que yo no lo vivío, pero sí lo oío contalo. Los momentos cuando lo del tendero y muchas de las cosas las he oío, lo que pasa es que se me vedaba porque hablaban en metáfora y no quería que me enterara.

Yo era un crío, esto sería en el cincuenta y tres, cincuenta y cuatro, cincuenta y cinco y yo tendría cuatro o seis o siete años. Pero yo captaba y siempre he tenío yo inquietudes y entonces eso me hizo pensar. Algunas cosas las reuní mentalmente y eso fue lo que me hizo preguntale al otro hombre, que lo dudó en contestame pero que al final me contestó. Y me contestó bajo promesa y bajo juramento de que no dijera na porque es que estaba la cosa mu fea.

Los registros de la Guardia Civil, en mi casa mismo yo deso me acuerdo. Iban registrando las casas porque se ve que todavía dudaban de que quedara alguno. Llegaban y registraban to las habitaciones de la casa.

En este libro los nombres que utilizo no son reales y mi intención del libro no es de hacerle daño a nadie, es de decir que no lo veo bien lo que sucedió. Ni veo bien que muchos que lo pasaron tan mal no se acuerden de lo mal que lo pasaron y que no vean claro las cosas como son.

Yo sé de sitios donde hubo hombres escondíos y el hombre que me dijo esto yo pondría la mano de que no me engañó. Yo creo que todo es real. Lo del tendero, lo de las almendras…”


Tema

El tema, junto con el uso sistemático de la espinela, son los dos elementos de máxima importancia en este libro.

El autor se sitúa en su infancia y primera juventud para narrar las condiciones de vida en La Contraviesa en los años comprendidos entre 1940 y 1970.

En el enfoque sincero que Francisco López Archilla utiliza en las descripciones físicas y ambientales, encontramos un mundo de extrema pobreza y de esclavitud y sometimiento de los pobres a los poderosos.

Dado que la opresión de los caciques ha sido en toda La Alpujarra demoledora, y que, por supuesto, este extremo ha conformado una mentalidad individual sin conciencia de clase, apenas contamos con testimonios que denuncien la injusticia social y la opresión clasista en la comarca.

Sin embargo, el autor de La Contraviesa despierta nos hace tomar conciencia en estas páginas, con absoluta naturalidad y de forma perfectamente asimilable, de la degenerada situación social que sufrió La Contraviesa durante la dictadura militar franquista.

No obstante, con la misma naturalidad que Francisco López Archilla describe la miseria de una sociedad caciquil, igualmente utiliza uno de los capítulos del libro para narrar cómo es posible que esa misma sociedad podría cambiar a otra de respeto e igualdad.


Estrofas

El libro está escrito en verso, como los tradicionales romances. La estrofa que ha utilizado Paco López ha sido la décima espinela, atribuida por Lope de Vega a su maestro Vicente Espinel, con rima 1,4,5 - 2,3 - 6,7,10 - 8,9 y versos octosílabos.

El autor también ha usado en estos textos la guajira alpujarreña, una espinela irregular de doce versos octosílabos y rima 1,4,5 - 2,3 - 6,7 – 8,9,12 – 10,11.

En menor medida y únicamente en el capítulo Los hombres llamados maquis, Paco López escribe estrofas al estilo del romance. Son estrofas de dieciocho versos octosílabos que riman pares con impares.

En palabras de Paco López veamos de su interés por la espinela y por qué la utilizó para escribir este libro:

“Hay mucha gente que escribe muy bien pero no lo ha hecho en décimas. Creo que mi voz, que es más sencilla que la de los demás, pero tan pura y tan limpia como la de los demás, pienso que se me va a atender más mi mensaje en décimas que no escrito como lo hacen los demás.

Yo no he localizado ningún libro que esté hecho en décimas como este. Más bueno o más malo mi intención es de que el que lo lea se dé cuenta del sufrimiento que ha tenío tantísima gente y que siga en el mismo sendero y no es el de los elegidos.

La décima es muy expresiva. Puedes decir más en una décima que en una quintilla. La quintilla es más recortá y entonces quizás llegaría menos al lector.

Porque la quintilla es justamente para el enfrentamiento entre dos troveros, es mejor hecha entre dos que para escribir una novela.

La décima no le he conocío en los cortijos, yo la he conocío aquí a partir del festival que hubo en Válor cuando vinieron los cubanos.

Algunas veces me surgió ponele doce versos a la décima porque puedo prolongar más la oración para expresar el dicho. Yo esta décima nunca la había visto

La primera me salió en el otro libro que escribí, Verdades versificadas, que aparece en el poema Un retozo en el peñón, que se la hice a mi hermana. Y salió porque tenía que salir, porque salió. Luego a mí me gustó la importancia que Pepe Criado le dio y ya la he seguío utilizando pa este libro”.

Aunque Paco López no tenía noticia del uso de la espinela en la poesía oral alpujarreña, sí es cierto que existe una larga tradición en el uso de la décima y de la guajira alpujarreña, que se desarrollaron en el municipio de Dalías.

Allí, en Las Chozas, vivieron los poetas Juan y Paco Fuentes que escribieron casi el total de su producción literaria en espinelas a partir de la primera década del siglo XX. Precisamente Juan Fuentes escribió sobre la década de 1960 un libro autobiográfico que tituló La inscripción de mi vida, tanto en espinelas como en guajiras alpujarreñas, con las mismas estrofas que este de Paco López que nos ocupa. Así comenzó Juan Fuentes su libro:

Fue triste mi nacimiento,
al parecer desgraciado,
nací desproporcionado,
perdido el conocimiento.
Pero sólo unos momentos
tardé en volver a la vida,
una mujer entendida
que ni siquiera la vi,
ropa tuvo que pedir
a la pobre de mi madre
para cubrirme las carnes
porque hasta en cueros nací.

La tradición en el uso oral de la espinela la continuó Rafael “el Panadero” y luego la asumieron los trovadores que llegaron al Campo de Dalías desde La Contraviesa.

De cualquier manera, El sendero de los no elegidos da una fiel visión de cómo era la vida cotidiana en La Contraviesa, incluso en el lenguaje que utiliza Paco López, con palabras y expresiones características de la zona. Y recomiendo ampliar nuestro conocimiento sobre la vida en La Contraviesa durante la dictadura franquista con el excelente trabajo que el antropólogo suizo Jean-Christian Spahni realizó en la década de 1950 titulado La Alpujarra: La Andalucía secreta.


LA MÚSICA DE LA DÉCIMA

El uso musical de la décima, o mejor dicho, la musicalización de textos escritos en décimas, ha sido muy frecuente durante la historia, especialmente en la música tradicional y popular. Pero, en cambio, no ha ocurrido en el trovo tradicional de La Alpujarra.

Siempre la música fue un acompañante fiel adoptado para engalanar la tradición oral. Esto se ve claramente representado en el trovo de quintillas, donde el uso de la música es posterior a la controversia poética, y donde cumple la función de acompañante para embellecer el texto.

En las reuniones, en las tertulias, la música se ha ido incorporando conforme la cultura se ha ido desarrollando y se ha hecho más asequible para el pueblo en cuanto deja de ser una posibilidad para unos pocos.

El avance social, económico y cultural, permite a las gentes humildes de La Alpujarra la compra de guitarras, violines, bandurrias, etc. (en definitiva, instrumentos musicales) que poco a poco, junto con el trovo, van a ser la base del “tiempo libre” u “ocio” escaso del que van a disponer los vecinos de la comarca en sus fiestas y reuniones.

Así, se comienza a acompañar la música tradicional oral con diferentes instrumentos para darle más “presencia” a la obra. Esta incorporación musical a la tradición oral cambió radicalmente el funcionamiento y función del trovo. Le dio una forma y un fondo, le resolvió estructuras, le enriqueció y le dio cierta estructura rítmica. Aunque hay que reconocer que, a la vez, el trovo perdió en espontaneidad y virtuosismo.

Actualmente se fomenta más entre los troveros la claridad y afinación de la voz y se da menos importancia a otras funciones del trovo, como los movimientos, la expresividad corporal y facial y otros conceptos referentes a su interpretación.

A esto hay que añadir el hecho de haber sacado al trovo de sus orígenes en fiestas y reuniones, para ser actualmente un elemento muy importante dentro de teatros y recitales, es decir, en escenarios.

El trovo musicalmente hablando está vivo. Pero en La Alpujarra no se ha intentado dar solución al acompañamiento de la décima en el trovo, aunque, por el contrario, el acompañamiento musical de las quintillas ha solucionado un problema principal, que no radicaba tanto en la misma música como en su afinación, detalle que hoy día los grupos folclóricos relacionados con el trovo cuidan especialmente.

Llegados a este punto las preguntas son evidentes:

¿La música desvirtualizó el trovo?
¿Es la musicalización de la décima la evolución natural del trovo alpujarreño?

Y si es así, ¿le llamaremos trovo o será otra cosa?




PEPE CRIADO / ENRIQUE DURÁN

No hay comentarios:

CONTACTOS: trovoturon@yahoo.es